El pasado 28 de noviembre, el Grupo Vasco del Club de Roma celebró una nueva conferencia-debate con la intervención de Estrella Sánchez Corchero, experta en economía ecológica y profesora de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad del País Vasco.

Durante su conferencia, Estrella Sánchez sostuvo que el siglo XXI debe convertirse en el periodo de transición definitiva de una civilización industrial hacia una civilización ecológica. Aunque persiste el debate académico sobre si nuestra época puede denominarse formalmente Antropoceno, la ponente subrayó que es indiscutible la magnitud del impacto humano sobre el planeta, algo que ya había anticipado el Club de Roma décadas atrás. En este contexto, remarcó la existencia de una profunda brecha de gobernanza entre modelos basados en el extractivismo y propuestas orientadas a la regeneración, una brecha que se manifiesta con claridad en las asimetrías entre el norte y el sur global. Con este panorama, planteó la pregunta clave: ¿son suficientes los actuales modelos de desarrollo sostenible para afrontar los desafíos contemporáneos?

Sánchez señaló que el debate se ve enturbiado por el auge del negacionismo climático, impulsado por determinados partidos políticos. Más que por desconocimiento, afirmó, este negacionismo responde a intereses económicos y electorales: resulta más sencillo negar aquello que puede implicar costes inmediatos que asumir la urgencia y complejidad de la transición ecológica.

A partir de ahí, expuso los principales modelos contemporáneos de desarrollo sostenible, destacando sus aportaciones y limitaciones.

  1. Crecimiento verde

El modelo de crecimiento verde se fundamenta en la idea de desvincular —o al menos contrarrestar— el aumento del PIB y la presión ecológica. Sus estrategias centrales son la eficiencia, la promoción de tecnologías limpias, el comercio de derechos de emisión y el fortalecimiento de la regulación ambiental. En la práctica, deposita gran parte de la responsabilidad en la ciencia y el desarrollo tecnológico.

Su atractivo político radica en que permite prometer crecimiento económico con menor impacto ambiental. Sin embargo, Sánchez advirtió de diversas limitaciones: la desvinculación entre PIB y emisiones es todavía insuficiente; puede producirse un efecto rebote por el aumento del consumo; existe el riesgo de externalizar impactos hacia otras regiones del planeta; y, sobre todo, mantiene intacta la lógica del crecimiento infinito. En definitiva, prioriza el PIB por encima de otros indicadores de sostenibilidad.

  1. Economía circular

La economía circular apuesta por reducir, reutilizar, reciclar y rediseñar, prolongando el uso de los recursos el mayor tiempo posible. Sus beneficios incluyen la reducción de residuos, una mejor gestión de los recursos y la apertura de nuevas oportunidades industriales. No obstante, Sánchez recordó que la circularidad nunca es total y que el modelo corre el riesgo de convertirse en una estrategia de greenwashing si no se acompaña de transformaciones más profundas. Además, no cuestiona el volumen global de producción y consumo, sino que se centra principalmente en optimizar la gestión de los residuos.

  1. Bioeconomía

La bioeconomía propone sustituir progresivamente los combustibles fósiles por soluciones basadas en la naturaleza: bioenergía, biocombustibles, bioplásticos o el aprovechamiento de residuos orgánicos. Sin embargo, puede incrementar la presión sobre suelos, bosques y mares, y perpetúa la visión de la naturaleza como un mero recurso al servicio del crecimiento económico. Esto genera, según la ponente, conflictos socioecológicos y territoriales y mantiene la lógica del crecimiento ilimitado.

Frente a estos planteamientos, Sánchez presentó las críticas de la economía ecológica, que considera que los modelos anteriores comparten una visión profundamente antropocéntrica, una insuficiente atención a la justicia ecológica e intergeneracional y un énfasis excesivo en indicadores técnicos, en detrimento de los biofísicos y éticos. Aunque reconocen que estos modelos pueden aportar beneficios —como eficiencia, innovación o reducción de residuos—, insisten también en sus riesgos, entre ellos el greenwashing y la creciente presión sobre los recursos.

La economía ecológica propone situarse más allá del PIB, incorporando indicadores de bienestar ecológico y social con perspectiva intergeneracional. Su objetivo es analizar la situación económica diseñando políticas que mitiguen los efectos negativos del cambio climático tanto sobre la población como sobre el resto de especies. En este marco, los economistas ecológicos enfatizan la necesidad de regenerar el capital natural, preservarlo e incluso incrementarlo.

Sánchez ejemplificó las paradojas del modelo actual de gestión de los ecosistemas: iniciativas que buscan aumentar la sostenibilidad mediante incentivos económicos pueden terminar generando efectos adversos, como ocurre en algunos proyectos forestales en la Amazonia basados en especies no autóctonas destinadas a la industria maderera. El PIB, añadió, no refleja el progreso real y urge avanzar hacia métricas más coherentes con los límites biofísicos del planeta. Ello implica transitar desde el antropocentrismo hacia un naturcentrismo, marco en el que el decrecimiento incorpora tanto indicadores económicos como ecológicos y sociales.

En este contexto, la ponente defendió la necesidad de reconocer los derechos de la naturaleza. Señaló como ejemplo pionero el caso del Mar Menor, convertido en sujeto de derecho gracias a la Ley 19/2022, aprobada tras una Iniciativa Legislativa Popular. En la misma línea, explicó que desde la Universidad del País Vasco su equipo trabaja en un proyecto para el reconocimiento del Mar Cantábrico como sujeto de derechos.

No obstante, subrayó que esta vía requiere analizar cuidadosamente sus implicaciones. Entre los potenciales beneficios mencionó la protección jurídica reforzada, el reconocimiento explícito de su valor ecológico, la prevención de daños, la participación ciudadana y el fortalecimiento de la justicia ambiental. Considera, además, que este enfoque resulta coherente con las transformaciones éticas y legislativas que exigen las crisis ecológicas actuales.

A continuación están disponibles los vídeos, tanto de la conferencia como del debate posterior, así como la presentación utilizada por la ponente.

María Estrella Sánchez Corchero es Doctora en Antropología Económica, y Profesora Ayudante Doctora en la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad del País Vasco (EHU), donde imparte docencia en Economía Contemporánea, Política Económica y Planificación Territorial.

Experta internacional en Economía Ecológica del programa Harmony with Nature de Naciones Unidas, participa en foros multilaterales sobre Derechos de la Naturaleza y gobernanza ecológica. Es directora del posgrado en Viabilidad y Sostenibilidad Económico-Financiera de la Ordenación Territorial, Urbanismo y Vivienda (EHU–Gobierno Vasco–Colegio Vasco de Economistas) y evaluadora de proyectos de I+D+i en sostenibilidad para EQA España

Ha dirigido numerosos TFG y TFM, cuenta con una amplia producción científica sobre economía ecológica, biomímesis y vivienda sostenible, y es miembro de la Junta de Gobierno del Colegio Vasco de Economistas, de la Asociación Internacional de Economistas Ecológicos (ISEE), de la Red Internacional de Estudios de Biomímesis (RI3) y de la Cátedra UNESCO de Desarrollo Sostenible y Educación Ambiental.